El jueves 30 de septiembre a la mañana, oficiales y personal de tropa de la policía de Ecuador comenzaron una protesta en contra del gobierno del Presidente Rafael Correa.
El presidente fue a hablar con un grupo de 150 o 200 policías que estaban reunidos en un aeropuerto de quito, en rechazo a una ley aprobada por el Congreso que eliminó beneficios económicos a los miembros de esa institución y las Fuerzas Armadas.
Se ve que no les calló muy bien lo que este hombre les dijo, porque cuando se iba empezaron a lloverle botellas y gases lacrimógenos (no se olviden que estaba hablando con policías sindicalizados).
Ante este descontrol, Correa les gritó a los policías mientras lo abucheaban “si quieren matar al presidente, aquí estoy, mátenme, ¡mátenme!”
En un intento de anular la medida, el máximo jefe de la policía ingresó al Regimiento Quito pero fue impedido de hablar, mientras los gritos de que renuncie la cúpula eran insistentes.Por su parte el general Florencio Ruiz, segundo de los jefes nacionales, pidió iniciar conversaciones con las autoridades e incluso solicitó que los canales de televisión salgan de las instalaciones mientras los sublevados los respaldaron.
Lo que pasa es que ahora, todos los policías se están uniendo a la medida de sus compañeros, en contra del gobierno.
El grupo policial que vigila y da seguridad a la Asamblea Nacional, por ejemplo, se unió a la protesta y no aceptan que el estímulo económico se convierta en una compensación opcional.
En Guayaquil la tropa del Cuartel Modelo se negó a salir a las calles para cumplir con sus obligaciones diarias y un grupo se tomó uno de los más grandes puentes que unen a esa ciudad con el resto de la costa. Lo mismo ocurrió en la ciudad fronteriza de Loja.
La voz de esposas y familias de los militares que también son afectados por esta ley dijeron de que el malestar interno en las Fuerzas Armadas es permanente ante las acciones gubernamentales que conculcan sus derechos.
Según Infobae, aún no se han generado saqueos, piquetes y actos de violencia en las calles de las principales calles ecuatorianas.
En tanto, según la BBC, planteó la idea de que el presidente Correa habría estado evaluando en este momento la posibilidad de disolver la Asamblea Legislativa.
Un quilombo de novela, pero que mala liga, la embajada uruguaya está a 30 minutos del lugar donde se están llevando a delante los disturbios.
El embajador uruguayo en Ecuador, Gustavo Vanerio, dijo a El País digital que sorprendió la rapidez con que se dieron los hechos. "Uno se levantó en la mañana temprano, llega a la oficina como cualquier día y se enfrenta a una situación que explotó como una bomba", afirmó.
Tenga cuidado Vanerio, que en la tierra de Alex Aguinaga, la cosa viene complicada.
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